¿Cómo gestionar la tristeza? Es lo que muchas personas se preguntan, dando por hecho que algo hay que hacer con ella. A diferencia de otras emociones, está muy extendida la idea de que es malo estar triste, y de que es un estorbo, más que otra cosa.

Gran parte de la población se agobia al darse cuenta de que está inmerso en la tristeza. Surge un rechazo visceral a aceptar que esta emoción nos envuelve. Algunas se cabrean, otras hacen alguna actividad para intentar no sentir esta sensación, etc.

Pero, lo que todas ellas tienen en común es que intentan alejarse de las «recomendaciones» que les está haciendo la emoción, e intentan gestionar la tristeza para no sentirla.

Porque, no lo olvidemos, las emociones son guías que nos invitan a actuar de una manera concreta.

Podemos tener infinidad de motivos para sentirnos tristes, y todas ellas pueden ser muy dolorosas. Veremos cuál es la función de la tristeza y porqué la sentimos. Puede que así sepamos gestionar la tristeza de una manera diferente.

 

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¿Qué es la tristeza?

 

La tristeza es una emoción o sentimiento que se nos activa cuando vivimos una situación desfavorable. Ya sea una pérdida significativa o un hecho hostil, la realidad que genera suele ser dolorosa y, muy a menudo, no solemos saber cómo gestionar la tristeza. Como todas las demás emociones, tiene su importancia, ya que nos ayuda a adaptarnos al entorno.

Cuando estamos tristes sentimos que tenemos poca energía para abrirnos al mundo e interactuar. Normalmente, solemos tener más ganas de estar en la zona de confort y de cuidarnos, o que nos cuiden. No son momentos para estar mirando hacia fuera, sino para recordar, reflexionar, y para mirar hacia adentro.

Las emociones son respuestas al entorno que nos facilitan la supervivencia. De igual manera que sentimos miedo para huir de una situación de peligro, la tristeza nos incita a bajar el ritmo cuando no estamos para grandes trotes. Nos hace estar más hacia adentro cuando necesitamos elaborar un dolor emocional importante, porque es así como tomamos el tiempo necesario para curar las heridas.

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Si no sintiéramos nunca la tristeza, nos costaría mucho más elaborar los duelos o afrontar las adversidades de la vida, porque no nos tomaríamos el tiempo necesario. Seguiríamos con el ritmo normal diario e iríamos acumulando los problemas y dolores emocionales. Muchas personas pensarán que esta sería una buena manera de gestionar la tristeza, pero como veremos más adelante, nada más lejos de la realidad.

Por otra parte, la expresión de la tristeza en forma de llanto, lágrimas, decaimiento, etc., informa a las personas de nuestro entorno que necesitamos ser cuidadas y reconfortadas. Es una manera de comunicar nuestra necesidad de apoyo exterior. De hecho, pensad en lo que sentís o lo que os genera cuando veis llorar a una persona querida. A mí, me entran ganas de abrazarla, de cuidarla y de dedicarle mi tiempo. Por el contrario, pensad ahora en lo que sentís cuando recibís el abrazo de una persona importante cuando estáis tristes. Normalmente, suele ser balsámico, reconfortante y tranquilizador.

 

Funciones de la tristeza

 

1.- Nos enseña el camino a seguir

 

Es importante contextualizar la tristeza dentro de las adaptaciones al entorno que ayudaron a nuestra especie. Es decir, como casi todo de lo que hemos heredado de nuestras antepasadas, las emociones han jugado un papel importante en la supervivencia de las personas de cualquier época.

Como indica la etimología de la palabra emoción, esta viene de la palabra latina «emovere» que significa mover o generar movimiento. Es interesante está apreciación porque, las emociones nos hacen mover en una dirección concreta según el contexto que nos rodea. Como si fueran mapas o guías, las emociones nos preparan y nos incitan a llevar a cabo ciertos comportamientos concretos. Nos ayudan a decidir cuál es la mejor manera de actuar, sin que nos demos cuenta. Es decir, en vez de gestionar nosotros la tristeza, es ella la que gestiona nuestra situación brindándonos apoyo y un camino para afrontar la situación que vivimos.

 

2.- Nos permite curar las heridas y descansar

 

Cuando nos sentimos tristes y la emoción nos motiva a estar más para adentro con energía baja, suele ser porque es lo que necesitamos para recuperarnos de la situación desfavorable. Por poner un ejemplo, cuando se nos muere una persona importante, el duelo requiere de la tristeza y el decaimiento para ir curando el dolor poco a poco. Sin este estado anímico, el duelo se estancaría en alguna de sus fases, y no podríamos elaborarlo del todo.

Por otra parte, ante cualquier hecho que nos provoca tristeza, necesitamos un tiempo para asimilar lo sucedido y para aceptar el nuevo escenario. Y para ello es necesario parar y tomar este preciado tiempo para cuidarnos más que de normal.

 

3.- Es una oportunidad para la auto exploración

 

En el día a día vamos arriba y abajo con una gran dosis de automatismos e inercias. No nos paramos a cuestionar y pensar muchas de las cosas que hacemos y sentimos. En cambio, cuando nos sentimos tristes, somos más propensas a reflexionar sobre nosotras y solemos estar más abiertas a la auto observación.

Las épocas de tristeza son una buena oportunidad para revisar diferentes áreas de nuestra vida, y elaborar todo aquello de lo que no nos percatamos en la vorágine diaria. Nos permite conectar con recuerdos, pensamientos y sensaciones que de normal suelen estar más escondidos. En definitiva, nos conecta con la vulnerabilidad necesaria para poder iniciar un proceso de crecimiento personal.

 

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Diferencias entre tristeza y depresión

 

Hemos dicho que la tristeza es una emoción como otra cualquiera, y que es una respuesta natural a una pérdida o una situación desfavorable. Es una respuesta lógica al entorno que nos ayuda a superarlo.

En cambio, la depresión es un problema psicológico que no ayuda a adaptarnos al entorno, y que nos dificulta seriamente la vida diaria. Puede desencadenarse por un hecho concreto, pero en vez de ayudarnos a superarlo, nos hunde cada vez más y nos limita enormemente. Podríamos decir que la depresión abarca la tristeza y lo trasciende, mientras que la tristeza no tiene ningún parentesco con la depresión.

La depresión requiere de ayuda psicológica para salir del pozo. La persona es incapaz de valerse por sí misma, y no es capaz de ver la luz al final del túnel. Es una situación que se puede alargar mucho en el tiempo, ya que, la depresión anula casi por completo a quien lo sufre.

 

¿Cuándo se convierte en patológica la tristeza?

 

En principio, cada persona necesita su tiempo para superar una pérdida o para afrontar una situación hostil y desfavorable. No hay un estándar de tiempo. Las necesidades varían demasiado como para poder sintetizarlos.

Mientras la persona sea, más o menos, capaz de llevar a cabo su vida, se considera que la tristeza es adaptativa. En el caso de que no pueda afrontar los compromisos diarios, podríamos estar delante de un caso de depresión. Pero, hay que mirar bien cada caso porque, por ejemplo, en una situación de duelo por muerte de un ser querido, es muy común que no tengamos fuerzas para continuar adelante, sin que tenga que ser una depresión.

 

 

¿Cómo se vive la tristeza en la sociedad?

 

En nuestra sociedad es común que la tristeza genere cierto malestar más allá de lo que le corresponde. Me refiero a la incomodidad que le genera a la persona que lo vive y a las de alrededor. Nos cuesta mucho aceptar que estamos tristes y expresarlo abiertamente por miedo al rechazo. Hay un miedo generalizado a mostrarnos abiertamente tristes por lo que puedan pensar y decir.

Esto también puede llevar a que las personas que no se permiten mostrar tristes, tampoco toleren que los demás lo hagan. Pueden sentirse incómodas cuando vean a alguna persona significativa triste alrededor. Es un buen ejercicio que reflexionéis sobre cómo vivís vosotras la expresión de la tristeza.

 

Entonces, ¿cómo podemos acompañar a la persona triste?

 

Lo primero, es importante ser conscientes de cuál es nuestra reacción cuando detectamos que alguien está triste, porque puede afectar enormemente en nuestra reacción. Esto puede llevarnos a actuar más por nosotras que por la persona que queremos ayudar.

En lo demás, la mejor manera de ayudar a una persona que está pasando por una etapa de tristeza es estar disponible para cuando lo necesite. Durante este proceso, tendrá momentos que necesite y quiera estar sola, y otros en los cuales le vendrá bien un abrazo o simplemente alguien con quien desahogarse. Por lo que, más que hacer mucho, se aconseja adaptarse a su ritmo y dejar el suficiente espacio para que pueda ir elaborando lo que necesite curar.

Si intentamos sacar de ese tipo de letargo a la persona, corremos el riesgo de desviarle del camino que necesita transitar, y entorpecerle su proceso. Si nos damos cuenta de que esta manera de «animar» a la persona que está triste es la nuestra, podemos reflexionar sobre cuál es nuestra reacción ante la tristeza ajena.

 

Conclusiones

 

La tristeza tiene su función como todas las demás emociones. Nos enseña el camino que debemos recorrer en una situación desfavorable, y nos ayuda a adaptarnos a la nueva realidad.

Aún nos cuesta hablar de ella abiertamente, pero recordemos que tiene la misma importancia que la alegría o el miedo. Todas ellas han ayudado durante miles de años a nuestra especie.

Muchas personas se incomodan delante de esta emoción o se preocupan. Hay que ser conscientes de que la tristeza no es lo mismo que la depresión. Mientras la depresión es un problema psicológico grave que requiere ayuda profesional, la tristeza es una emoción sana y adaptativa en contextos de pérdida u hostilidad. Más que hablar de cómo gestionar la tristeza, sería mejor reflexionar sobre cómo podemos gestionar la incomodidad que nos produce la tristeza.

 

Nota:  El artículo está escrito íntegramente en femenino para evitar el uso del lenguaje excluyente. He valorado otras opciones, pero creo que esta es la que más legible hace el texto. En todos los artículos que publicaré en este blog utilizaré el lenguaje inclusivo.

5 Comentarios

  1. Jordi

    Muy interesante artículo. Es cierto que en general nos cuesta mostrar la tristeza abiertamente. A mi personalmente, siempre me ha dado vergüenza que me vean triste. No tengo claro el motivo, pero me pongo tenso si sé que hay gente observándome cuando estoy así.
    También es cierto que cuando alguien me reconforta, lo agradezco mucho. Pero es como si tuviera una barrera que me cuesta traspasar.
    Muy interesante también mirar a la tristeza como una emoción que nos ayuda en vez de perjudicarnos. A mi mismo se me olvida esto último.

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    • Beñat

      Un artículo muy interesante y con grandes aportaciones!

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  2. Alejandra

    Nunca había pensado sobre la tristeza en la manera que lo haces y es interesante. Tiene sentido que todo o casi todo de lo que hemos heredado de nuestros antepasados haya sido porque fue adaptativo. Si tenemos en cuenta que adaptativo quiere decir que esa característica ayudó a sobrevivir a los humanos, claro que lo que nos ha llegado hasta nuestros días fue ventajoso.
    Ahora lo que me pregunto es, ¿en qué nos beneficia la tristeza hoy? Me cuesta verlo como tan ventajoso, pero sí que son ciertas cosas que comentas como que la tristeza nos resguarda o avisa al resto para que nos cuiden.
    Que en nuestra sociedad la tristeza no tiene tanta cabida como la felicidad no cabe duda. Quizá con los cambios que vendrán algún día en sentido de dar más importancia a los cuidados cambien las cosas.
    Me gustan tus artículos porque me haces pensar en temas que tampoco le presto tanta atención, así que, ¡enhorabuena!

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  3. Marc

    Cuanta razón. Que importantes son las emociones y cuanto nos cuesta aceptarlas. Tanto la tristeza como el miedo estan mal vistas en la sociedad, tendemos a guardarlas dentro, intentando no mostrarlas. Se hacen cada vez mas grandes, pudiendo llegar a ser un problema.
    Muy interesante.

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  4. Jon

    Me ha parecido un artículo muy interesante y conciso. ¡Felicidades! Me sentido muy identificado en muchos puntos. En mi caso, cuando me siento triste, me suelo encerrar en mí mismo. En muchas ocasiones, me ha costado identificar el origen de esa tristeza, y eso aumentaba la frustración. Así mismo, el hecho de no compartirlo con mi gente más cercana, no ayudaba a que ésta desapareciera. Pienso que esta situacíon se da más en los hombres. Nos han educado para ser fuertes, ocultar las debilidades y no llorar. Y a muchos nos está pasando factura todavía…

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