Ya sea por los miedos respecto al virus, la preocupación por los seres queridos o por la crisis económica que se avecina, cuesta mucho mantenerse tranquila.
La incertidumbre que envuelve la pandemia no hace más que agudizar los nervios, porque no tenemos idea de como se desarrollarán los siguientes meses.
Entendamos un poco mejor cual es la naturaleza del estrés y los factores que lo agudizan.
¿Qué es el estrés?
El estrés es un conjunto de respuestas psicofisiológicas que se activan cuando percibimos una situación como amenazante para nuestra integridad. Es decir, es una respuesta natural del organismo que nos prepara para hacer frente a una situación que valoramos como peligrosa.
Para la generación del estrés, el organismo modifica diferentes áreas como el fisiológico, el neuroendocrino o el psicológico, por lo que vemos que es un proceso complejo.
Dicho de una manera simplista, es la reacción que se genera en nosotras cuando salimos de la zona de confort, y no estamos seguras de poder afrontar la nueva situación con éxito.
Causas del estrés
Las causas del estrés pueden ser muy variadas, porque entra en juego la valoración personal.
Es verdad que, probablemente, encontrarnos con una loba durante un paseo por la montaña nos estrese a cualquiera. De igual manera que, constatar que estamos a punto de quedarnos sin aire haciendo submarinismo. Es decir, existen situaciones que todas las personas las entendemos por amenazantes.
Pero en la vida diaria, donde no acostumbramos a vivir situaciones tan extremas, toma mucha importancia la subjetividad a la hora de decidir si son peligrosas o no las situaciones.
Cuando hablo de la subjetividad, me refiero a la manera en la que evaluamos la situación, la capacidad que tenemos de superarlo, el estilo con el que afrontamos los problemas, si tenemos o no una red social de apoyo, etc.
Todos estos rasgos subjetivos son importantes porque influyen en la manera en la que evaluamos una situación o un suceso.
El estrés también está muy relacionado con el cambio, pero lo veremos más adelante.
La intensidad es personal
La intensidad con la que se vive el estrés también es muy personal. Aquí entran en juego las características psicofisiológicas de cada persona. Con lo que, delante de un misma situación, dos personas pueden reaccionar con diferentes niveles de estrés.
Esto se percibe tanto en la vivencia psicológica del estrés como en la fisiológica. Es decir, se puede constatar preguntando a las personas qué han sentido, o analizando los indicadores fisiológicos.
¿Qué papel juega aquí la ansiedad?
Se puede decir que es la emoción principal que sentimos en situaciones estresantes. Es la manera en la que nos sentimos en momentos de estrés. Acostumbran a ser parte de la vivencia ansiosa la hiper vigilancia, el nerviosismo, el miedo, etc.
La ansiedad suele ser la manifestación del estrés en el plano psicológico, y de lo que solemos ser conscientes cuando estamos en un momento de estrés. Porque, no hay que olvidar que, existen otros elementos del estrés más allá del plano mental, como he dicho más arriba.
Estrés y cambio
Están estrechamente relacionados, porque todo cambio nos obliga a adaptarnos a la nueva situación. Nos saca de nuestra zona de confort y conlleva nuevas amenazas potenciales.
La función del estrés suele ser prepararnos ante las situaciones de peligro, pero dicho más ampliamente, prepararnos ante los cambios y las nuevas realidades.
Es una herramienta que ayudó a nuestras antepasadas a sobrevivir, porque el estrés las preparaba psicofisiológicamente para actuar. De igual manera, es una herramienta que tenemos nosotras, y nos ayuda a afrontar una realidad cada vez más cambiante. Nos energetiza en los momentos en los que necesitamos estar preparadas para la acción.
Entonces, ¿el estrés mata, o no mata?
Como he dicho antes, el estrés es una herramienta que nos ha ayudado a sobrevivir como especie. Ha sido adaptativo para la supervivencia durante miles de años, porque si no, no habría llegado hasta nuestros días. Y sigue siendo adaptativo hoy en día, porque nos prepara para la acción.
Entonces, ¿cuándo deja de ser una ayuda y se convierte en enemiga? Hay varios casos en los que en vez de ayudar, nos empieza a generar problemas.
Una de ellas es cuando el estrés se cronifica y se alarga en el tiempo. Una exposición constante a factores estresantes provoca que nuestro organismo no pueda relajarse. Se mantiene en estado de alerta permanentemente y esto puede provocar problemas de salud.
Está bien documentado que el estrés crónico afecta negativamente en el sistema inmunológico (Sirera et al., 2006), el sistema cardiovascular (Razali, 2008; Smith y Blumenthal, 2011) o el sistema digestivo (Piqueras et al., 2008), por poner solo unos ejemplos.
El estrés post traumático es otro de los tipos que nos puede perjudicar. Se desencadena a raíz de vivir una situación muy intensa y traumática, y los síntomas perduran en el tiempo. La muerte de un ser querido, un accidente, un suceso medioambiental, etc., son ejemplos de situaciones que pueden generarlo.
Confinamiento y estrés
El confinamiento está siendo un evento antes nunca vivido por nuestra generación, y como tal, es una situación nueva. Por lo que es terreno abonado para el estrés. Además, no podemos olvidar las incertidumbres relacionadas por la pandemia, como el efecto del virus, la situación económica, etc., porque aumentan la incertidumbre general y son potenciadores del estrés.
Cada vez más voces del mundo de la psicología están alertando del peligro que existe de desarrollar estrés post traumático debido al confinamiento y a la pandemia. Alertan de que, probablemente, un tercio de la población sufrirá estrés post traumático o algún otro problema psicológico.
Esto quiere decir, que la situación actual está siendo lo suficientemente estresante e intenso como para que los síntomas perduren una vez acabado el estado de excepcionalidad.
Merecen una mención especial los colectivos más vulnerables como las niñas, las personas mayores o las trabajadoras que han arriesgado cada día su salud durante el confinamiento. Se prevé que el estrés post traumático tendrá mayor incidencia en estos colectivos, aunque nadie lo sepa a ciencia cierta.
Conclusiones
El estado de excepcionalidad que vivimos actualmente, es un buen ejemplo para ver cómo el estrés puede pasar de ser una ayuda a un problema.
Hay muchos factores de incertidumbre durante el confinamiento, y esto provoca grandes niveles de estrés. Cosa que no nos ayuda, porque no podemos hacer demasiado para incidir en esos factores.
Los efectos psicológicos de la pandemia durarán bastante tiempo más que el confinamiento, y será necesario tenerlo presente.
Seamos conscientes o no, el estado actual nos está afectando a todas. Por lo que es un buen momento para cuidarnos más que nunca, y para añadir hábitos de auto cuidado a nuestro día a día.
Nota: El artículo está escrito íntegramente en femenino para evitar el uso del lenguaje excluyente. He valorado otras opciones, pero creo que esta es la que más legible hace el texto. En todos los artículos que publicaré en este blog utilizaré el lenguaje inclusivo.